Sobre... Miércoles, 26 de marzo de 2014

Antonio Cea Gutiérrez

                

Acto de ingreso

                                                    


                     Miércoles, 26 de marzo de 2014

                    


                                            Jesús Málaga Guerrero. Presentación del discurso de entrada de Antonio Cea Gutiérrez

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Presentación del discurso de entrada de Antonio Cea Gutiérrez

por Jesús Málaga Guerrero

Conocí  a Antonio Cea en Morille. Hablaba de cosas de las que normalmente no oyes  hablar a nadie. Deslizaba las palabras con suavidad para describir y destacar  lo bello que nos sale al paso, al camino. Antonio es un conocedor de la estética  y desde ese conocimiento la muestra al mundo sin doblez. Vive en su interior la  combinación del binomio de los clásicos de la ética y la estética. De sus  labios salen las palabras que hablan de belleza y de su voz el canto a capela  que ennoblece su discurso. Enhechiza al oyente con la conversación, y te lleva  de la mano al mundo del misticismo y a los anhelos que se esconden en los  conventos de clausura. 

  Antonio  Cea es un trabajador incansable, un espíritu inquieto que está en una continua  búsqueda, en una agonía unamuniana. Para él no tienen secretos las esculturas y  las pinturas de nuestros más renombrados artistas. Valora, y mucho, a los  virtuosos anónimos, a los artesanos populares, los que salieron del pueblo y  que supieron plasmar en un trozo de madera o en un lienzo los anhelos y  peticiones de los creyentes rurales a sus santos devocionales. Tuve el  privilegio de ver con él este verano la exposición de Miranda del Castañar “Los  Santos de la Peste” y observé cómo vivía lo que explicaba. Cualquier detalle de  una de las tallas allí expuestas producía en él una exhaustiva y sosegada  consideración. Buscaba la armonía en cada figura y, lo que es más difícil de  ver, la armonía en el conjunto de la exposición.

  Pongámonos  en situación. La iglesia de la Purísima. Un grupo de treinta personas junto al  cuadro de Ribera iluminado para el momento. Un hombre de edad media, Antonio  Cea, coge el micrófono para explicar a la concurrencia el modelo de belleza  femenina en el cuadro del Españoleto. Todos escuchamos sus explicaciones con  devoción. Antonio va desgranado sus conocimientos sobre los cánones de belleza  hasta el siglo XX, y en un momento de su disertación, sin que nadie lo esperase,  comienza un cántico que nos trasporta al séptimo cielo.

Desde  las agustinas nos trasladamos en una mañana fría, a través de la calle gremial  de Bordadores, a la Casa de Santa Teresa, y con sagacidad nos introduce en el  misticismo. Aprovecha el espacio, lo hace en el mismo lugar donde la Santa Andariega  compuso el “vivo sin vivir en mí y tan grande vida espero que muero porqué no  muero”. Y de repente, del recitado se vuelve al canto y en la sala se escucha  el silencio, sí han oído bien se escuchaba el silencio. Los que allí estábamos  sucumbimos a una sensación nueva. Había nacido en nosotros la meditación  individual trascendental, aquella que solamente algunos logran encontrarla y  que unos pocos, Antonio Cea entre ellos, tienen la suerte de poseer. El secreto  de la trascendencia que este profesor que hoy entra en el CES ha sabido  trasmitir de forma sencilla para que los demás la descubramos en momentos y en  lugares como la casa en la que vivieron dos santas.

  Hoy  los miembros de Centro de Estudios Salmantinos y sus invitados nos disponemos a  escuchar a un esteta del lenguaje, a Antonio Cea. Con él les dejo, con un tema  que conoce desde hace muchos años, desde su paso por la Sierra de Francia. En  aquellos parajes maravillosos Antonio Cea estudió el patrimonio cultural que  los serranos han ido atesorando a lo largo de los siglos.

Disfruten de sus aportaciones. Tiene la palabra  Antonio Cea para hablarnos de “La patena, la tablilla, la firmeza y el corazón  de la novia, piezas clave en la indumentaria salmantina”.

Jesús Málaga Guerrero
Presidente del Centro de Estudios Salmantinos

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