Año: 2018
9788486820435
Serie Minor
AGOTADO
La gran red de las vías pecuarias españolas constituye un ex- tenso, rico y diverso entramado que serpentea de Norte a Sur por el territorio de la Península. Los pastores, conduciendo sus rebaños, en primavera se desplazaban por cañadas, cordeles, cabañeras y veredas, hacia los pastos de verano o agostaderos, en las sierras norteñas, regresando en otoño hacia el Sur, en busca de invernaderos.
La decadencia de la ganadería, la disolución de La Mesta, la aparición del ferrocarril primero y del automóvil después, la profunda modificación de los usos tradicionales debido a los modelos de desarrollo potenciados en nuestro país a partir de los años sesenta, entre otros, han sido factores determinantes del deterioro galopante de esta reliquia histórica que, conservada durante muchos siglos, hoy está gravemente amenazada.
La salvaguarda de la red de vías pecuarias pasa necesaria- mente por la aplicación de la Ley de Vías Pecuarias aprobada por el Consejo de Ministros en 1995, acordada básicamente con los gobiernos autónomos y las entidades locales, y redactada con criterios conservacionistas que contemplan la reconstrucción y la reutilización de la red, mediante la definición de nuevos usos, compatibles con los prioritarios de facilitar y potenciar el tránsito ganadero y las comunicaciones agrarias, pero que también responden a las actuales necesidades que reclaman los ciudadanos.
El gran interés y preocupación que vienen demostrando por las vías pecuarias y su futuro los investigadores y especialistas, la presión de las asociaciones ecologistas y de defensa del patrimonio, así como la receptividad de los responsables de las instituciones, tanto del Estado, autonómicas y locales, como de las europeas, nos hacen concebir esperanzas de que la demanda de tantos estamentos genere en breve el marco legal que, respalda- do por una decidida voluntad política de hacerlo cumplir y potenciado por una movilización social activa, ponga en valor este patrimonio único que estamos obligados a conservar para uso y disfrute de las generaciones venideras
La Carta de los Itinerarios Culturales (ICOMOS, 2008) define en su preámbulo que se entiende por este recurso patrimonial de marcado carácter espacial: “Toda vía de comunicación terrestre, acuática o de otro tipo, físicamente determinada y caracterizada por poseer su propia y específica dinámica y funcionalidad histórica al servicio de un fin concreto y determinado”; para ello, debe reunir los siguientes requisitos:
a) ser resultado y reflejo de movimientos interactivos de personas, así como de intercambios multidimensionales continuos y recíprocos de bienes, ideas, conocimientos y valores entre pueblos, países, regiones o continentes, a lo largo de considerables periodos de tiempo;
b) haber generado una fecundación múltiple y recíproca, en el espacio y en el tiempo, de las culturas afectadas que se manifiesta tanto en su patrimonio tangible como intangible, y
c) haber integrado en un sistema dinámico las relaciones históricas y los bienes culturales asociados a su existencia. Su proyección espacial es a menudo mas una red que una línea, puesto que los itinerarios varían sus trazados al cabo de los siglos, no siempre presentan un camino principal y generan ramificaciones en el territorio (por ejemplo, las rutas de la trashumancia).